Jenifer Raimondo (30) pasó dos semanas encerrada en la alcaidía de Río Tercero acusada por un delito que tiene una pena de prisión perpetua. El pasado jueves 2 de enero le clavó una puñalada en la espalda a su papá Atilio (63) en su casa de la localidad de Almafuerte, una localidad cordobesa que tiene apenas 13 mil habitantes.
La acusada, de 30 años, siempre estuvo a derecho: llamó a uno de sus ocho hermanos para que diera aviso a la Policía y pidiera una ambulancia, así podían asistir a su padre, que todavía se retorcía del dolor pero aún respiraba.
Sentada en una silla de su casa y con la ropa ensangrentada, la mujer reconoció haber atacado a su padre con un arma blanca. Lo que no le dijo a los policías es que detrás de esa intempestiva reacción había una historia de abusos, violencia y amenazas de casi tres décadas.
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“Todos sabemos cómo se va al infierno, pero nadie nunca nos ha dicho cómo se sale de ahí. A veces se sale como se puede”, intenta graficar la situación el abogado Carlos Pajtman, defensor de la mujer que mató a su padre.
Jenifer, que esta semana recuperó la libertad, vive sola en una casilla construida en el mismo terreno de su padre, en una zona rural de la localidad ubicada a menos de diez kilómetros de la ciudad de Río Tercero. No tiene pareja ni hijos.
En el pueblo la conocen todos porque hasta hace unos meses trabajaba de remisera y hace poco sumó un ingreso extra cuidando a ancianos. Lo curioso es que lo hacía para escapar del infierno familiar.
La mujer está acusada por el delito de homicidio calificado por el vínculo pero no está presa: fue excarcelada porque el fiscal de Río Tercero, Alejandro Carballo, entendió que actuó bajo un cuadro de “emoción violenta”.
“Jenifer recuperó su libertad el miércoles 15 de enero. Lo hizo bajo fianza y porque la Justicia valoró su historia personal y entendió que no existe ningún riesgo procesal. Ella confesó el hecho con todos los detalles y cuando el fiscal le preguntó el por qué, se abrieron las puertas del infierno, su otra historia”, explicó a PERFIL el abogado de la parricida.
Carballo decidió moderar la acusación inicial contra Jenifer tras una exhaustiva recopilación de testimonios y el análisis detallado de las pericias psicológicas y psiquiátricas realizadas sobre la acusada.
“Las pericias confirmaron todo lo que había dicho Jennifer. Confirmaron el mundo que vivía, la alteración terrible emocional que sufría, y la alteración grave de su forma de resolver este tema, la situación emocional aguda”, explica su abogado.
Frente a estas pruebas, el fiscal accedió al pedido presentado por su defensor. Desde el inicio del proceso, el abogado había argumentado que Jenifer actuó en respuesta a los abusos sexuales que había padecido durante años.
“La violencia física comenzó desde la más tierna edad y posiblemente haya cosas que ni ella sabe. La sexual fue en la preadolescencia. De ahí en adelante fueron abusos sexuales con acceso carnal”, detalla su abogado.
Pajtman anunció que insistirá en un nuevo cambio de la calificación legal del delito imputado. Lo que busca es una disminución significativa en la posible condena que enfrentará Jenifer -que podría ser de 10 a 25 años-, considerando que actuó bajo circunstancias extraordinarias derivadas de los abusos sufridos.
La historia de Jeni es muy dura. Fue la única de ocho hermanos que no pudo escapar del infierno familiar. Dejó la primaria en tercer grado para trabajar con su padre en el campo. Pasaba muchas horas en los cortaderos de ladrillos. Ella pensaba que tanto su mamá como sus hermanos los habían abandonado. Tardó muchos años en comprender que en realidad todos ellos habían escapado.
“Ante la posibilidad de quedar sola, Jenifer aprendió la indefensión, algo muy extremo de aprender porque en algún punto la cabeza se te da vuelta y aprendés a ser indefenso. Cuando alguien denunciaba a su padre, él le decía a su hija ‘va a venir la policía pero vos no digas nada’. Ella siempre le hizo caso. Venía la Policía y le preguntaba si pasó algo y ella respondía ‘no, no, nunca pasó nada’. Así aprendió a ser indefensa. Estamos hablando de una nenita muerta de miedo que tiene como referencia a su papá, y está dispuesta a pagar el precio que sea con tal de que no la abandonen”, cuenta Pajtman.
Los testimonios recabados por los investigadores en las semanas posteriores al crimen sirvieron para trazar un perfil tanto de la víctima como de su victimaria. Fuentes del caso precisaron que tanto la mamá como los hermanos de Jenifer coincidieron con la versión que aportó la acusada. De hecho reconocieron que decidieron alejarse de él para escapar de la espiral de violencia que parecía nunca terminar. “Yo creo que Jenifer no tenía otra forma de salir del infierno que vivió. No creo que tuviera un camino de anuncio, camino de nada. Este era su camino”, apunta el abogado.
Asimismo, el fiscal entrevistó a ex parejas de Atilio, quienes lo describieron como una persona violenta e intimidante.
No obstante, Leandro Raimondo, hijo de la víctima y hermano de la acusada, trazó un perfil distinto en el mensaje de despedida que publicó en su cuenta de Facebook, horas después de la muerte de su padre.
“Mi viejo querido… nunca pensé que llegaría este día y menos de esta forma, sabias muy bien que te amaba con todo mi ser y para mi lo eras todo. Me quedo con todos los buenos momentos que pasamos juntos y con todas esas sonrisas que nos sacabas con tus anécdotas e historias… Se que siempre nos vas a estar acompañando aunque físicamente ya no estés… Espero me guíes por los mejores caminos y no me dejes cometer errores, volá alto mi rey”, escribió.
Un pueblo movilizado
La ciudad de Almafuerte todavía no sale de la conmoción. En un pueblo de 13 mil habitantes se conocen todos y Jenifer no era una desconocida. Pero lo que pasó a partir de su detención fue sorprendente: muchos vecinos se solidarizaron con ella y le hicieron llegar ropa, alimentos y cigarrillos a su lugar de detención.
“Vos ibas al kiosco y te preguntaban por Jenifer. Te decían ‘esta chica, pobre, tiene que salir en libertad”, cuenta a PERFIL el abogado Carlos Pajtman, quien también vive en Almafuerte.
En las redes sociales el caso también despertó interés. “Esta chica no mató porque sí”, fue uno de los temas de conversación en Facebook.
Según el abogado hubo gente humilde que hasta se ofreció a colaborar para pagar su defensa. “Gente humilde que te traía cinco mil pesos para ayudar, una cosa increíble”, dice.
Jenifer recuperó su libertad el miércoles pero los primeros tres días permaneció en Río Tercero, cerca de sus afectos. Este viernes comenzó un tratamiento psicológico, el primer paso para salir del infierno en el que vivió tantos años.