10.1 C
Buenos Aires
9 julio, 2025

Gustavo Nielsen: una historia de amor pero de ciencia ficción

En la Buenos Aires distópica de 2050, apestada por una enfermedad mortal, un hombre usa todos sus recursos para mantener a su lado a la mujer que ama, en “Los mundos anteriores” (Fondo de Cultura Económica), novela donde el premiado escritor y arquitecto Gustavo Nielsen aúna ciencia ficción con romance, aventuras, teorías científicas y especulaciones filosóficas. Dialogamos con él.

Periodista: ¿En veinte años la ciudad de Buenos Aires tendrá una grieta que separe una antigua y empobrecida de una fantástica y de avanzada?

Gustavo Nielsen: Los cambios son vertiginosos. En 2050 la distopía es común a toda la ciudad, el hantavirus alcanza a todos. Un sector de la sociedad vive en el área de avanzada, Villa Tesla, basada en las teorías de Nikolas Tesla, una ciudadela hedonista donde algunos deseos son órdenes y se hacen realidad de inmediato. En ese sentido es utópica. Tesla tenía ideas socialistas, pero Villa Tesla del 2050 solo está al alcance de los más pudientes, de una especie de aristocracia. Y la utopía que es para pocos es una distopía. En ese sentido, lo que se vive en ese Buenos Aires es una progresión de la grieta.

P.: ¿Es una novela romántica de ciencia ficción?

G.N.: Es una historia de amor que se inicia en el futuro y transcurre en el pasado, por eso es de ciencia ficción. Una fuente inspiradora fue el cuento de Ray Bradbury “El ruido del trueno”, que trata de la caza de dinosaurios. Los viajes en el tiempo existen en la física, la matemática, la filosofía desde 1945. Científicos y filósofos en sus recreos se dedican a elaborar teorías, mejorarlas, descartarlas, revisarlas. Muchas se basan en la teoría de la relatividad de Einstein, y en la física cuántica. Me interesaron las que plantearon Stephen Hawking, y la paradoja que encontró, y la que luego presentó su discípulo Carlo Rovelli. Los protagonistas de mí novela al no poder evitar ya la enfermedad mortal que apesta la ciudad buscan escapar de su tiempo por medio de la agencia de viajes “Morel, viajes que curan” que traslada a una época donde esa enfermedad no existía. Son viajes para pocos que se pueden permitir cuando su vida está agotada en ese Buenos Aires de 2053.

P.: Cuándo se había logrado vencer al cáncer aparecer algo peor…

G.N.: Eso ocurre muchas veces en la historia humana. Con el descubrimiento del ADN y los retoques del ADN, la vida humana tiene nuevas metas. La longevidad supera los 110 años. Y de pronto surge algo que provoca retroceso y los que llegan a los 50 se sienten bendecidos. Lo inadmisible se hace presente. La guerra es en eso un ejemplo actual.

P.: ¿Por qué para viajar al pasado los enfermos tienen que volverse otro sí mismo?

G.N.: Un avatar, una representación. La idea de enviar al pasado un avatar es de Hawking, para no sufrir una “espaguetización”, un alargue corporal que deforme hasta matar. El único modo de viajar sería por medio de una forma distinta del ser humano. Luego descartó el ir al pasado por las paradojas. Si viajo al pasado y mato a mis padres, no nazco. La paradoja es: quién mató a mis padres. El asesino tiene que volver al presente donde ya no existe. Para Rovelli, que retomó la idea de desde la cuántica, se puede ir al pasado porque la consecuencia no está antes del suceso. Es por eso que en “Los mundos anteriores” no va al pasado un cuerpo que se está muriendo sino un avatar, un cuerpo nuevo, de 30 años, con el saber y los sentimientos de toda su vida.

P.: ¿La historia de un amor quebrado por la enfermedad le sirvió para ofrecer, además, especulaciones éticas y filosóficas?

G.N.: Estuve escribiendo la novela durante seis años. Venía de escribir “El corazón de Dolli” sobre la clonación. En ambas hay reflexiones e investigaciones sobre el sentido de la vida, el amor, la ética. Cuando en la historia surge la idea de viajar a un mundo anterior, a otra realidad, en una especie de exilio, aparecen naturalmente temas como la separación, la familia, la pérdida, que nos provocan dudas existenciales.

P.: ¿No consideró que, junto a lo legendario del héroe enamorado, hay algo religioso en la idea de la salvación?

G.N.: Yo soy ateo, pero cuando me puse a corregir la versión final de la novela me di cuenta de que había algo religioso en el lugar al que van los personajes dolientes. Pasan del padecimiento a una especie de edén. Comencé a descartar ciertos momentos para que eso no ocurriera. Y también en algunas partes me iba por las ramas, porque la historia más de una me vez invitaba a eso. Mantuve el humor, la ironía, todo aquello que creo que nos lleva a no dejar de leer. Por último, me di cuenta que cuando escribo una novela siempre hay algo que me supera, que entra en el tema de lo holístico, que no entiendo, pero que no cuestiono.

P.: ¿Contó la historia de amor que deciden mantener dos personas mayores metiéndose en una aventura que los saca del tiempo?

G.N.: Al comienzo de la novela el protagonista anota en su “pañuelo digital”, el celular de múltiples funciones del futuro, “besar es el modo más hermoso de detener el tiempo”. La frase me remite a “El beso” esa foto en la que Robert Doisneu logró registrar la eternización de un beso. Cuando P. se encuentra con Nane, ella le pide un beso, y él lo posterga porque lo que su mujer le reclama es un beso que transmita la potencia del amor.

P.: ¿Por qué el viaje es a Nueva York de 1919?

G.N.: Porque allí estaba Llewelly Park, un lugar donde el cáncer no existe, que fue el Silicon Valley de ese momento, el área de Nueva York donde se juntaron los cerebros tecnológicos de la época: Edison, Houdini, Tesla, que también trabajan en “Los mundos anteriores”.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

G.N.: Terminando un libro de cuentos.

Últimas Noticias
NOTICIAS RELACIONADAS