En el barrio La Olla de Corrientes todo es desolación. A más de 24 horas del temporal que dejó miles de casas inundadas, nadie quiere abandonar el lugar por miedo a perder a mano de los delincuentes lo poco que el agua no arruinó. Ahí están, resignados, con el agua hasta la rodilla, la piel arrugada y la ilusión de volver a apoyar la cabeza en un colchón seco, algo que no saben cuándo volverá a ocurrir.
El agua comenzó a escurrirse con mayor celeridad este lunes con la ayuda de bombas de desagote que el Gobierno Provincial instaló en las inmediaciones para sacar los millones de litros que avanzaron desde las zonas más altas de la ciudad con la velocidad de un rayo y en momentos que todos estaban entregados al descanso.
Casi todos admiten que cuando se despertaron, el agua ya estaba dentro de sus casas. Y hubo que elegir qué cosas salvar colocándolas arriba de las mesas, roperos. En algunas viviendas el agua alcanzó los 80 centímetros, pero también hubo gente que salió cuando el agua le llegaba al pecho y amenazaba con arrebatarles algo más que los escasos electrodomésticos que hacen un poco menos difícil la vida en este lugar.
En el centro comunitario que está sobre la avenida el Gobierno bajó 25 colchones para que los evacuados, principalmente chicos, adolescentes y mujeres pasaran la noche. Y ahí se acomodaron casi 100 personas para intentar conciliar el sueño después de tanta destrucción y miedo. A la hora del almuerzo eran más de 300.
Tres enormes cerdos con su prole buscan tierra firme en las anegadas calles de La Olla. Al auxilio de los porcinos acuden algunos jóvenes que salvan a los pequeños lechones de morir ahogados. A lo lejos, un caballo relincha, quizás suplicando un poco de tierra seca donde descansar. Postales del drama que provocó la caía de 300 milímetros de agua en muy poco tiempo, haciendo colapsar todo el sistema hídrico de la ciudad.
La imagen de la desolación para vecinos y animales que se crían en la zona de la inundación. Foto: Ernesto AzarkervichClaudio Aguirre está por terminar de pagar el terreno donde instaló su casilla con los materiales que fue encontrando: maderas, chapas. Ahí vive con su pareja y seis hijos que tienen entre tres y 16 años. “La idea era ir juntando algo de platita para hacer el baño de material y una pieza para mis hijos”, cuenta con los pies todavía en el agua. Adentro de su casa todo es destrucción. De los colchones todavía chorrea agua y los pocos muebles quedaron inservibles.
Los tres gatos maúllan desde una parva de colchones. Están ahí desde la madrugada del domingo, cuando el agua empezó a entrar a raudales. “Lo primero que hice fue sacar a los chicos y a mi señora hasta la avenida. Mi hermano los iba a venir a buscar en el auto, pero no pudo llegar por el agua. Se tuvieron que ir a la casa de mi papá caminando bajo la lluvia. Claudio se quedó en la casa, con el agua por encima de las rodillas.
Claudio Aguirre con su bicicleta y los pies todavía en el agua. Foto: Ernesto AzarkevichEn el patio, la vieja pero fiel bicicleta en la que sale a vender frutas y verduras por la calle, refleja el paso del agua y el barro. “Lo poco que teníamos lo perdimos”, dice mientras mira su moto y algunas herramientas que buscará recuperar cuando el sol vuelva con intensidad sobre La Olla.
Este lunes a la mañana, en el patio de su casa se topó con una víbora de coral. “Van a empezar a aparecer todos los bichos. Hay que empezar a limpiar y volver a empezar”, repite una y otra vez, quizás hurgando en su cabeza la fórmula para recuperarse de semejante desastre.
Claudio es diácono de la iglesia pentecostal que está pegada a su casa. Ahí también toca la guitarra. Su profunda fe lo impulsó en la madrugada del domingo a colocar sobre el ropero la Biblia y el instrumento con el que acompaña a los feligreses.
“Es la primera vez que me entra el agua acá. Pero ya sé lo que es vivir con las cosas mojadas porque hace doce años se voló el techo de mi casa cuando vivía en Empedrado”, cuenta mientras busca arremangarse el pantalón mojado.
Una porción de polenta para él y sus tres perros
Juan José Ojeda (29) vive sobre la calle Boston. Esta mañana salió a buscar algo de comida para él y sus tres perros que quedaron sobre una cama. “Acá vivo con mis padres y un hermano menor”, cuenta, mientras abre la puerta de la precaria construcción. Adentro hay un somier y dos camas de una plaza. “Anoche me quedé con ellos”, dice, refiriéndose a “Negro”, “Mumi” y “Lobo”, los tres perros que no dejan de hacerle fiesta. Con ellos compartirá la porción de polenta con salsa que trajo a media tarde de una olla comunitaria que se instaló sobre la avenida Medrano.
Juan José Ojeda vive con sus padres y un hermano menor. Foto: Ernesto Azarkevich“Si ya teníamos poco, ahora nos quedamos con nada. Mi familia está en un centro de evacuados y yo me quedé a cuidar la casa porque entran y se llevan todo”, explica. Y dice que los ladrones son del mismo barrio.
El joven es militante de un movimiento social y cobra un Potenciar. Es el único ingreso fijo de la casa. “Acá la mayoría de la gente tiene algún plan y lo complementa con las pocas changas que puedan conseguir”, explicó.
En uno de los centros de evacuados, Lionel juega con dos patitos y dos pequeños conejos que logró sacar de su casa antes que el agua lo cubriera todo. “Adentro quedó el freezer, las dos motos, todo el resto porque no hubo tiempo de sacar nada”, dice sin sacarle la vista a sus pequeñas mascotas.
Lionel, don dos patitos y dos conejos que logró salvar del agua. Foto: Ernesto AzarkevichCasi con naturalidad dice que “no es la primera vez que nos corre el agua”, pero admite que nunca sintió tanto miedo como en la madrugada del domingo, cuando el agua empezó a filtrarse en su casa.
Alejandra Soplán vive en La Olla junto a su hija y una nieta de ocho meses. “Perdimos todo, pero yo no quise irme. Y esta madrugada empezaron a patear mi puerta para entrar a robar. Cuando los perros empezaron a ladrar les pegué un grito y se escaparon corriendo”, contó.
Alejandra (izquierda) vivía en Mar del Plata y hace cuatro años se mudó a Corrientes. Foto: Ernesto AzarkevichAlejandra vivía hasta hace cuatro años en Mar del Plata y decidió retornar al terruño de su madre. “Por suerte un vecino nos dio una mano para sacar a mi hija y a mi nieta, pero la verdad es que necesitamos todo para volver a empezar porque el agua destruyó todo”, dijo, apelando a la solidaridad.
Desde el Gobierno de Corrientes dijeron que este martes volverán las clases y estimaron que ya no quedará agua en el barrio La Olla. A partir de entonces comenzará el retorno de los evacuados y de aquellos que buscaron refugio en la casa de familiares y amigos.
Corrientes. Enviado especial
PS