Una ofensiva con entre 25 y 30 divisiones soviéticas flanqueando los Pirineos por sus extremos costeros en el País Vasco y Cataluña, y con el objetivo de atacar Madrid, Lisboa, varios puertos españoles y Gibraltar. Son los rasgos principales de un escenario de guerra en la península ibérica que la Organización del Tratado del Atlántico Norte se planteó al valorar un conflicto generalizado de la URSS contra Occidente hace ahora 72 años, en los inicios de la Alianza Atlántica.
Un informe de la OTAN estudió en 1952 esa posible invasión de España y Portugal como capítulo previo a que Rusia y sus satélites intentaran darle a Stalin el control del estrecho de Gibraltar, el Mediterráneo y el norte de África.
El dosier, de 400 páginas, fue redactado por el Comité de Inteligencia de la Alianza y entregado a su Standing Group, o Grupo Permanente, el 22 de octubre de 1952. Se titula ‘Fuerza y Capacidades del Bloque Soviético 1953-1956’ y constituye uno de los primeros documentos de reflexión estratégica de la Alianza, que fue varias veces corregido y sometido al máximo secreto –«Cosmic Top Secret»– y actualmente está desclasificado y formando parte de la colección de documentos históricos de la organización.
El escenario
Aquel informe incluía mapas de posibles escenarios de invasión soviética en Europa central, Escandinavia, las islas británicas, Italia y la península ibérica, entre otros. El de España muestra de forma esquemática vectores de penetración de la URSS por Girona, Andorra, la Val d’Aran, Huesca e Irún. Tres líneas principales de avance soviético buscarían los puertos de Valencia, Cartagena, Algeciras y Gibraltar, y las ciudades de Vitoria, Burgos, Madrid y Sevilla (como hizo el ejército napoleónico) antes de desviaciones hacia el oeste.
Según los analistas de la OTAN, la invasión soviética de la península ibérica tendría cuatro objetivos. El primero, «atacar bases aéreas norteafricanas de los aliados desde puntos próximos». El informe de inteligencia considera que el Ejército rojo podría intentar «obtener un trampolín para una posible invasión del noroeste de África» y apuesta por que la Unión Soviética querría «interrumpir las comunicaciones marítimas aliadas por el Mediterráneo occidental» e «invadir las bases aliadas que podrían ser establecidas en la península entre 1952 y 1956».
Ese último objetivo se podía considerar probable. Una hipotética tentación soviética se veía elevada por que Estados Unidos y España estuvieran entonces preparando los Pactos de Madrid. En 1953 se firmaron. A partir de entonces, quedaba acordado un convenio de Defensa prorrogable entre la dictadura de Franco y la Administración americana de Ike, el presidente y general Dwight D. Eisenhower… y se concedía el permiso español para el establecimiento de bases militares norteamericanas.
«25 – 30 divisiones»
Más que un solo salto por los Pirineos, los analistas de inteligencia de aquella incipiente OTAN consideraban que la mayoría del Ejército soviético destinado a invadir España optaría por pasar la cordillera fronteriza por sus dos extremos costeros. O sea, por Girona y por Guipúzcoa.
«Dadas las dificultades logísticas del paso de los Pirineos –explica el informe– se considera que sólo 25 – 30 divisiones de combate soviéticas podrían ser utilizadas en la campaña ibérica». Se trata de una porción pequeña de las 175 divisiones de la URSS y 70 de sus países satélites –no existía aún el Pacto de Varsovia– que los analistas consideraban que el bloque soviético emplearía el ‘Día D’ de su ofensiva sobre Europa, y de las 400 que tendrían desplegadas en el día 90 de guerra, considera el dosier.
Los dos flancos pirenaicos del ataque serían los principales, pero no los únicos. El Comité de Inteligencia de la OTAN consideraba una serie de «ataques menores» por las montañas «con el objetivo de superar los Pirineos y asegurar el valle del Ebro».
Para pasar la cadena montañosa por sus puntas cantábrica y mediterránea, el cálculo de la OTAN preveía «posibles ataques aéreos y anfibios limitados para superar y flanquear la línea de defensa pirenaica».
Tras esta primera fase, una vez asegurado el Valle del Ebro, «las fuerzas soviéticas probablemente seguirían rutas naturales para atacar Madrid, Lisboa, los principales puertos españoles y el área de Gibraltar», dice el estudio. El mapa que lo ilustra prevé irrupciones soviéticas en Portugal por Salamanca y Badajoz.
1956, año clave
El dossier dibuja una proyección de posibilidades dividida en tres detallados capítulos. El primero se titula «una estimación de la fuerza y la eficacia de combate de las fuerzas del bloque soviético desde ahora hasta 1956 inclusive, suponiendo que no ocurra ninguna guerra en el periodo». El segundo, «una estimación de la capacidad del bloque soviético de mantener e incrementar sus fuerzas desde 1953 hasta 1956 en el caso de que estalle la guerra en ese periodo».
Es en el tercer capítulo en el que aparece el análisis dedicado a una invasión de España. Esa parte 3 se titula «estimación de las posibles intenciones operacionales del bloque soviético en caso de guerra desde ahora hasta 1956, y especialmente en 1956″.
Ese es el año en el que se preveía como más probable el conjunto de ofensivas que este informe llama en su versión en inglés «campaña contra la península ibérica» y «Campaña de España» en su versión en francés.
Dificultades
Los analistas de la OTAN pensaban que, antes del inicio de la invasión de España, el Ejército rojo previamente habría tomado Francia tras ganar Europa central, y precisaría «una pausa considerable tras llegar a los Pirineos para construir una fuerza de ataque de este tamaño», o sea, las hasta 30 divisiones necesarias para conquistar España y Portugal. El informe no concreta cuántas semanas o meses.
En ese periodo de preparación, la URSS precisaría retirar parte de las fuerzas aéreas empleadas en la toma de Europa occidental. Además, «la escala de las operaciones navales en apoyo a la campaña dependería de la progresión en el control soviético de las aguas adyacentes», así como del «montante de barcos» que para entonces «le quedaran operativos» al Ejército rojo.
El informe señala una ventaja para retrasar el avance soviético. «La red ferroviaria española ha sido mantenida inadecuadamente durante bastantes años, y es corta en equipo rodante», dice. Además, «la anchura de vía de cinco pies y seis pulgadas –os 1,66 metros españoles, diferentes de los 1,43 europeos– no permiten correr desde el sistema ferroviario francés».
La hora de la guerrilla
Descartando el uso del tren en la campaña para el avituallamiento de las divisiones atacantes, «las fuerzas soviéticas en España se verían limitadas por la capacidad de carreteras disponibles«, y tendrían que aumentar su logística con suministros a través de los puertos mediterráneos y atlánticos.
«Las operaciones soviéticas en España podrían ser especialmente vulnerables por su dependencia de largas líneas de comunicación desde Europa occidental y las dificultades de lanzar un ataque a través de los Pirineos», consideraban los analistas de Inteligencia de aquella OTAN, que se estrenaba en la primera fase de la guerra fría.
El informe no entra a calcular la participación de tropas de la Alianza contra aquella invasión, ni estima el uso de armas nucleares, pero sí aboceta otros detalles: «El terreno montañoso del interior español –concluye el capítulo dedicado a este escenario bélico– ofrece excelentes oportunidades para actividades de la guerrilla, en las que los españoles son famosos desde hace mucho tiempo».