Nicolás Posse dejará de ser el jefe de Gabinete de Javier Milei, pero él finge y resiste. “¿Si me echan? Dicen que me echaron. Me están operando con todo”, les dijo Posse a los pocos amigos a los que les atendió el teléfono en las últimas 48 horas. Se lo nota apesadumbrado, todavía sin querer dar demasiadas explicaciones de la velocidad con la que se desmoronó su relación con el Presidente en menos de seis meses de Gobierno. Como si hubiera ocurrido algo traumático, Milei pasó de decir “hablen con Nico que es como hablar conmigo” -una frase que se extendió en el Círculo Rojo ya en la campaña- a vaciar sus reuniones de Gabinete. La salida está envuelta en infinidad de versiones que nadie quiere aclarar y que, acaso, buscarán ser desmentidas para evitar un conflicto mayor. Son delicadas.
La más cándida sostiene que Posse firmó su final el día que avaló la suma de salarios en el Poder Ejecutivo, lo que habría incluido un engaño a Milei. La más fuerte indica que Posse contaba con información privilegiada del movimiento de los ministros -y no solo de ellos- y que la usaba en su favor. Karina Milei le perdió la consideración hace tiempo. Otra dirigente, muy influyente en el entorno presidencial, conserva en su teléfono capturas de charlas y videos que le hicieron ruido y que hace un tiempo habría exhibido en la cima de la Casa Rosada. A ellas se suma una tercera mujer, Sandra Pettovello, que no le perdonó nunca que en febrero -en la previa de una escapada de fin de semana que la ministra no le había contado a nadie- Posse la haya despedido, tras una reunión a solas, con una frase provocativa: “Suerte en Punta del Este”. Posse dice que esa información se la pasó otro ministro.
Para el primer mandatario, la acumulación de quejas fue suficiente. Adiós. Ayer, de modo deliberado, saludó sus ministros en el Tedeum e ignoró a Posse, que se quedó mirándolo con cara de: ¿Y yo?
El funcionario reprime su bronca y tolera los embates a la espera de que le digan si se tiene que ir. «Como no me avisaron que renuncié, vine igual», bromeó ayer al llegar a la Casa Rosada. ¿Por qué no se va? Tal vez aguarda una última charla con Milei para ver si existen chances de quedarse. En las últimas horas ambos chatearon, pero no hablaron cara a cara. Por momentos, Posse recuerda la personalidad de su amigo y piensa que algunas diferencias podrían subsanarse. Lo han hecho decenas de veces, cuando iban a almorzar juntos como empleados de la Corporación América de Eduardo Eurnekian.
En otros pasajes del día, los asesores de Posse se rinden y cavilan sobre los hechos de humillación a los que lo someten. “Su butaca en el Luna Park le tocó a Yuyito González”, dijo un espíritu vengativo. Hay quienes dicen que el todavía jefe de ministros podría quedarse en el Gobierno, en un cargo de menor exposición. Una embajada, por ejemplo. Eso, desde luego, si la presión no se vuelve insoportable y no decide irse de modo intempestivo.
El jefe de Estado quiere esperar el desenlace de la Ley Bases para hallar una excusa y efectuar, a la par, otros cambios. Ya anunció que el economista Federico Sturzenegger, el ghostwriter de la primera versión de la ley ómnibus, un duro entre los duros que divierte a Milei porque lo corre siempre por derecha, será parte del nuevo plantel. ¿Tendrá chances de ser el reemplazante de Posse? No habría que descartarlo, aunque posee un perfil demasiado técnico.
Hoy, los dos nombres más potentes para esa carrera son el del ministro del Interior, Guillermo Francos, y el del subsecretario de Gestión Institucional, Eduardo “Lule” Menem. Francos presenta dos dilemas: Posse es su amigo y, para reemplazarlo, primero debería aprobarse la Ley Bases. Sería contradictorio que lo ascendieran si el proyecto naufragara. “Lule” tiene el guiño de Karina.
En el macrismo, o lo que queda de él, se preguntan si no habrá llegado el momento de aportar hombres al Ejecutivo. Mauricio Macri fue uno de los primeros en cuestionar el andamiaje del Gobierno por fuera del manejo de la economía. El ex presidente ha maldecido desde el día uno a Posse. Pero la incorporación de dirigentes del PRO no estaría en los planes del círculo más estrecho de Milei. Hay dos que, por las dudas, toman carrera: Cristian Ritondo y Diego Santilli.
Los que promocionan con una convivencia más íntima entre La Libertad Avanza y el PRO, como preludio para ir juntos a las elecciones de 2025, no pierden la ilusión. Hablando de saltos: otro que podría aspirar a un cambio es Daniel Scioli, el último libertario. Si Francos va a la jefatura de Gabinete, Scioli podría dejar la secretaría de Turismo, Ambiente y Deporte para recalar en Interior. Es amigo de Francos -su llave para cruzar sin escalas del kirchnerismo al mundo libertario- y tiene buen diálogo con la mayoría de los gobernadores.
Los mandatarios provinciales andan inquietos. Se coprometieron a dar una mano con la Ley Bases, pero varios de ellos se sienten ninguneados. En las últimas horas hubo conversaciones por WhatsApp entre los patagónicos porque la Nación les había prometido destrabar obras y ajustar los fideicomisos y no lo hizo. Amenazan en privado con complicar el tratamiento en la comisión del Senado.
Aun cuando eso no ocurriera, se descuenta que, si llega al recinto, la pulseada será voto a voto. Milei acaba de entender que necesita la ley. Ya no dice que le da lo mismo si sale o no. Está preocupado. En el establishment y en el exterior siguen de cerca las negociaciones y él lo sabe. Tomó nota de que una derrota podría ser dramática para el futuro de su administración. “¿Sale la ley?”, le preguntó a Francos el embajador de Japón, Hiroshi Yamahuchi, en una reunión que mantuvieron el miércoles en la embajada. Yamahuchi le tansmitió que lo consultan seguido desde Tokio.
El oficialismo lidia con la oposición y con su propia interna. El Gabinete entró en estado de shock esta semana. Posse era una de las patas de una mesa de poder a la que solo se sentaban cuatro personas. Ahora solo quedan, además del Presidente, su hermana Karina y Santiago Caputo. La disputa desnuda algo que se veía y que muchos negaban: no hay tal conformismo con el funcionamiento del Gabinete como Milei decía y hacía decir.
Hay ministerios que empiezan a ser cuestionados por falta de gestión y están frenados cientos de nombramientos en las segundas y terceras líneas de organismos estatales. Frenados y copados por viejos funcionarios del kirchnerismo y La Cámpora. Es otra crítica que le formulan a Posse. Karina Milei también querría modificaciones en la secretaría Legal y Técnica. Ya lo charló con su hermano. Podrían remover a Javier Herrera Bravo. El postulante para reemplazarlo sería Santiago Viola, el apoderado legal de La Libertad Avanza. La otra gran duda es si la motosierra de los cambios se detendrá en la Agencia Federal de Inteligencia. El jefe de los espías, Silvestre Sívori, responde al jefe de Gabinete.
El equipo de Milei había diseñado el eje de la semana con el acto en el Luna Park, pero no hubo forma de que la banda musical de Milei tapara la realidad. El dólar blue pegó un salto grande y cerró la semana a $ 1.220, el riesgo país escaló a 1.443 y el Pacto de Mayo, tal como había sido concebido, se cayó. En el Congreso, el mileísmo tuvo una segunda derrota. Las comisiones de Educación y Presupuesto de la Cámara de Diputados dictaminaron el miércoles en favor de los proyectos para autorizar el financiamiento de las facultades y garantizar ajustes trimestrales. Si la iniciativa terminase en ley, Milei ya dio a entender que la vetaría. ¿Se animará a hacerlo después de la multitudinaria marcha del 23 de abril?
El espectáculo de la interna oficialista volvió a contar con la complicidad opositora. En el PRO escaló la pelea entre Macri y Patricia Bullrich por el destino del partido. Esta vez el epicentro fue la provincia de Buenos Aires. Veinticuatro miembros (entre ellos, Ritondo, Santilli, Martín Yeza y los intendentes Soledad Martínez y Guillermo Montenegro) renunciaron al Consejo directivo como consecuencia de un acto de hace una semana en Esteban Echeverría, donde Bullrich, Diego Valenzuela y el legislador mileísta Sebastián Pareja alimentaron la posibilidad de una alianza entre un sector del PRO y los libertarios. La conducción del PRO bonaerense quedó acéfala.
En Unión por la Patria se mantiene la pelea entre camporistas, peronistas tradicionales, kirchneristas no camporistas y massistas. Su único punto de acuerdo en estos días no fue demasiado feliz. Ninguno se animó a repudiar a Fernando Espinoza, el poderoso intendente de La Matanza, acusado por abuso sexual. Axel Kicillof se puso a la cabeza de la defensa. Compartió un acto con él en Coronel Pringles junto a su vice, Verónica Magario, una incondicional de Espinoza. Al otro día, Kicillof dio un paso aun más audaz: dijo que no conocía la faz privada del intendente.
Podría reparar en lo que acaba de determinar la Justicia. Espinoza está procesado por abuso y también por desobediencia, por la violación de una perimetral. La víctima contó que, después del presunto hecho, quisieron negociar con ella: le ofrecieron un trabajo en otra municipalidad a cambio de desistir de la denuncia.
Los gestos de confraternidad hacia Espinoza llegaron al Congreso nacional. Unión por la Patria impidió que se votara en Diputados una declaración de repudio. Cecilia Moreau tomó la posta. “Es una paparruchada”, gritó. Para desviar la atención citó un caso de abuso de la época de María Eugenia Vidal. Moreau se define como feminista. Lo mismo que muchas referentes kirchneristas que, hasta ahora, han creído que su mejor aporte a la causa es el silencio.