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30 octubre, 2024

El Boca «uruguayo» fue mucho mejor que River y se quedó con un Superclásico eléctrico para avanzar a las semifinales de la Copa de la Liga

“Uruguayo/uruguayo/uruguayo”, se escucha desde una de las parcialidades en un RiverBoca y no es Enzo Francescoli el ovacionado. Parece un error, pero no lo es. Una, dos, tres, muchas veces suena el hit de la tarde en el Mario Alberto Kempes. La última, cuando Miguel Merentiel y Edinson Cavani abandonan el campo de juego abrazados, hermanados por el gol. Los delanteros anotaron los tantos de la contundente -aunque ajustada- victoria de Boca por 3-2 para meterse en la semifinal de la Copa de la Liga. Quedará para las próximas horas y días la polémica jugada en la que el VAR le anuló el 2-1 al elenco de Núñez. Pero el análisis fino no puede mentir: Boca ganó muy bien.

La pregunta inicial es por qué Boca se quedó con el Superclásico. Y la respuesta puede ser simple: porque no traicionó lo que venía gestando con Diego Martínez y porque tuvo mayor actitud que el rival. Boca se hizo protagonista del juego, manejó mejor la pelota, fue más inteligente y fue más ambicioso en la búsqueda del arco rival. En definitiva, fue el que más deseos de vencer mostró. Lo otro puede ser discutible, pero mientras los futbolistas de River se tiraron una y otra vez simulando dolores e infracciones, los de Boca lo pelearon con el pecho inflado.

La polémica es polémica y ahí estará para la eternidad. Desde la cancha, la sensación era que la pelota había entrado. Las repeticiones en la TV mostraron lo contrario. Rápido se viralizó una foto que parecía adentro. De todos modos, se insiste: no puede ser la acción la explicación principal del partido.

El del Kempes fue un juego de mano a mano por todo el campo de juego porque ambos entrenadores optaron por el mismo esquema táctico, 4-3-1-2 y por eso se dieron los duelos individuales. Tanto Martín Demichelis como Diego Martínez suelen agrupar a muchos futbolistas en el centro y para darles la totalidad de las bandas a los laterales. Se presumía que podía ser un juego en el que proliferaran las trepadas de los defensores. Y en el primer minuto, Enzo Díaz llegó al fondo en tres ocasiones.

Se sintió más cómodo Boca en la primera parte, muy a pesar del gol tempranero de River. En este nivel, fallar por mucho en una jugada de presión se puede pagar muy caro. Y eso fue lo que le sucedió al Xeneize: Claudio Echeverri le ganó fácil la espalda a Ezequiel Fernández, apuntó contra los zagueros, emparejados con los dos atacantes y la soltó para Miguel Borja cuando Marcos Rojo intentó dar el pase adelante. El colombiano no falló e hizo todo su ritual evangelista en el festejo.

Pero pronto fue River el que empezó a perder los duelos porque al Diablito aún le cuesta el ritmo de la Primera División y tanto Equi como Pol Fernández le ganaron en la individuales. Desde ahí creció Boca porque las ayudas llegaron tarde. Florecieron los espacios para Kevin Zenón (casi empata con un tiro libre) y Jabes Saralegui, más el peligro siempre latente por las bandas con Lautaro Blanco y Luis Advíncula.

Los de Demichelis se replegaron y apostaron a las contras, también con los laterales como arma. Tuvo un par de corridas, pero no fueron bien elaboradas. Marcelo Herrera fue quien más llegó y casi aumenta con un disparo que Sergio Romero sacó al córner.

Fue merecido el empate de Merentiel porque Boca hizo un mayor desgaste: tuvo una posesión cercana al 60 por ciento. Advíncula le ganó el mano a mano a Aliendro y envió el centro atrás para la aparición de la Bestia. Fue un gol igual al que le había marcado Cristian Medina en el Monumental, aunque aquella vez el desborde había sido de Blanco por izquierda.

El complemento comenzó con la jugada del VAR, a cargo de Jorge Baliño. Habrá que confiar. No hubo demasiadas protestas del banco de River, conviene aclarar. Y unos minutos después, Marcelo Herrera cometió el error que sentenció el clásico: no dejó salir una pelota que se iba sin problemas y además se la cedió a Zenón, que la bajó de pecho y habilitó a Cavani ahí donde el Matador no suele fallar. Cabeza, gol y flecha a la platea.

Sintió el golpe River y de otro error, esta vez de Leandro González Pirez, llegó el tercero de Merentiel, que estuvo más vivo que todos para ir a buscar un rebote. Ya no tuvo fuerzas River, más allá de los cambios de Demichelis y del gol del descuento de Paulo Díaz en el segundo final.

Más de seis años habían pasado desde la última vez que hubo un Superclásico con hinchas de los dos equipos en Argentina. Fue una fiesta, colorida y repleta de goles. Boca jugó mucho mejor y por eso fue un justo ganador. Le queda la euforia y el margen de crecimiento al elenco de Diego Martínez. A Martín Demichelis, en tanto, le caerán nuevamente las dudas.

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