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26 diciembre, 2024

El concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires decidió retirarse: ¿por qué un músico elige dejar los grandes escenarios?

Los deportistas, bailarines y cantantes tienen un límite claro en sus carreras. Desde el momento que comienzan su vida profesional, saben que hay fecha de caducidad. Pero ¿qué pasa con los instrumentistas?, ¿cuándo es el momento de retirarse? Martha Argerich tiene más de 80 años y continúa deslumbrando a la audiencia. Pero, claro, es una excepción.

“Creo que los instrumentistas no nos retiramos nunca del todo. Puede suceder que no toque más en público, pero no dejará de agarrar su instrumento todos los días y tocar un poco solo o con sus amigos. Es parte de la vida de uno”, dice Pablo Saraví, concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, que este sábado 2 de diciembre se despide después de cuarenta años de ser parte de ese organismo, continuidad tan infrecuente en cualquier otro medio que resulta insólita.

Así son las cosas en las orquestas. Aunque la ley marca que los músicos deben jubilarse sexagenarios (las mujeres a los 60 años y los hombres a los 65, ambos con la posibilidad de extenderse cinco años más), Saraví decidió irse antes, con apenas 61 años.

Desde 1953 el Teatro Colón es la sede de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, el Teatro es lugar de trabajo en el que Saraví pasó más de la mitad de su vida. “Conozco el teatro como si fuera mi casa; o, tal vez, mejor. Conozco a todo el mundo; o, por lo menos, a muchísima gente. Eso sí se va a extrañar, seguramente”, dice el violinista que acaba de finalizar el último ensayo, antes del concierto que cerrará la temporada 2023 de la Filarmónica y pondrá el punto final a su vínculo de cuarenta años con el Teatro y la orquesta.

El violinista se tomó un tiempo en el comedor del Teatro para compartir el momento tan especial de su vida.

Pablo Saraví ingresó cuando tenía 19 años, en 1983, como suplente solista. Cuatro años más tarde, concursó y ganó el puesto de concertino. Además de tocar a gran nivel, el concertino desempeña un rol fundamental dentro del funcionamiento de la orquesta.

“El concertino es el solista de la fila de primeros violines, tiene que ser muy capacitado instrumentalmente -explica Saraví- Además es el solista referente de todos los solistas de las demás filas de la orquesta y también referente principal de los músicos ante el director”.

«Mi instrumento vale más que mi casa», cuenta el violinista Pablo Saraví. Foto: Ariel Grinberg

El representante natural de la orquesta

Si el director tiene algo que decir, lo habla con el concertino para que éste lo transmita. “Por eso cuando el director sale al público a saludar, primero le da la mano al concertino como si se la diera toda la orquesta, porque es el representante natural y artístico”, amplía Saraví, que tuvo a su cargo todos los exigentes solos de violín escritos en las obras programadas.

En el día a día, también le toca marcar la dirección en al que se mueven los arcos de toda la cuerda, no solamente la fila de violín, sino las demás filas para que haya concordancia en el fraseo artístico y visual.

Por si fuera poco, el concertino también tiene un rol político y social dentro de la orquesta: es la voz de todos los integrantes frente a las autoridades del teatro, tiene que velar por la concordia entre las filas y entre los músicos de cada fila.

“Es un cargo altamente complejo en el desarrollo diario”, reflexiona Saraví. “Lo menos difícil es tocar el violín bien. Eso es sólo el treinta por ciento del trabajo. La formación de un concertino lleva mucho tiempo”.

Y bien lo sabe Saraví, que pasó las dos terceras partes de su vida adentro del teatro, donde también conoció a la que actualmente es su esposa, Patricia Demarchi (ex integrante del Ballet del Teatro Colón), con la que armó una familia.

Un recuerdo inolvidable. Martha Argerich y Pablo Saraví, en 2003 en el  Teatro Colón.Un recuerdo inolvidable. Martha Argerich y Pablo Saraví, en 2003 en el Teatro Colón.-Su desempeño de alto rendimiento no ha declinado. Sin embargo, decide retirarse ¿Por qué ?

-Lo buscaba hace tiempo. Por más que cambien los directores y los repertorios necesariamente, o casi involuntariamente, se produce una saturación de hacer lo mismo durante tanto tiempo. Y, por otra parte, prefiero retirarme cuando sé que puedo hacer todo al cien por ciento y no cuando esté obligado a hacerlo. Además, el cargo de concertino es un cargo súper exigente, y después de tantos años llega un punto de desgaste emocional muy grande que hay que tratar de aliviarlo de alguna forma.

-¿De qué forma lo alivia?

-Tocando mucha música de cámara, escribiendo, haciendo investigación y varias cosas. Pero ahora siento que necesito tener un poco más de tranquilidad, ser mi propio jefe, decidir mis actividades y marcar mis tiempos. Es lo que estoy necesitando y siento que es un buen momento para hacerlo.

-¿Cómo hizo para que a lo largo de los cuarenta años la rutina no matara la música y el placer de tocarla?

-Desde que empecé de chico siempre busqué tener el mejor nivel posible. Estudio diariamente, inclusive tengo muchas rutinas de estudio, pero siempre las voy variando para tener una visión fresca de lo mismo. Lo tengo como un plan de trabajo desde hace muchos años. Y en el caso de la orquesta, sí puede llegar a ser rutinario si uno no lo toma como un hecho artístico trascendente.

Caso su casa. Pablo Saraví, en el Teatro Colón, donde hará su último concierto como violinista de la Filarmónica de Buenos Aires. Foto: Ariel Grinberg Caso su casa. Pablo Saraví, en el Teatro Colón, donde hará su último concierto como violinista de la Filarmónica de Buenos Aires. Foto: Ariel Grinberg Siempre he pensado que tengo que estar tocando en el atril con el nivel de un solista, pero integrado en una orquesta. Hace pocas semanas pude tocar nuevamente una obra que me encanta, Scheherezade de Rimski-Kórsakov, creo que fue mi mejor performance solista. Y me deja contento, porque puedo irme pensando que tengo mucho todavía por delante, que es lo que buscaba para pedir el retiro. De acá me catapulto a otra cosa que es distinta.

El futuro

-¿Cuáles son los planes?

-Tengo el Cuarteto Petrus, tengo mucho para hacer con la música barroca, que ya hace un tiempo que vengo haciendo bastante y me gusta mucho. Siempre me gustó con la misma pasión, pero nunca tuve el tiempo suficiente para dedicarme. También dedicaré tiempo a escribir, tengo en mente un libro dedicado al mundo del violín y su familia de instrumentos, pero desde la perspectiva del músico.

-¿Y qué va a extrañar?

-Por supuesto que va a haber una nostalgia de no ver todos los días a los amigos, compañeros. La música que hacemos, se va a extrañar porque ahora voy a hacer repertorio de cámara, no voy al repertorio sinfónico. Por ahí algún concierto con la orquesta Mundial por la Paz, de la que soy integrante. De hecho hace diez días tocamos un concierto muy importante para la UNESCO. Pero no va a ser una cosa tan habitual como ahora.

-¿Y lo que definitivamente no va a extrañar?

-Aquellas obligaciones del concertino con respecto a los que dirigen, en este caso, el Teatro Colón. Todo eso es muy fuerte porque uno tiene que estar tomando decisiones, tomando posición por el lado de la orquesta, a veces evitando problemas. Y las cosas, puertas para adentro, no están muy bien. Hay varios problemas que se vienen arrastrando hace muchos años. Por eso, toda esa parte, no la voy a extrañar. Eso también tuvo que ver con mi retiro, que venga alguien más joven y lo enfrente como lo hice yo.

-¿Cuáles son esos problemas que se vienen arrastrando?

Los problemas de las orquestas y de los cuerpos artísticos. No tenemos un reglamento consensuado por las orquestas, desde hace más de 20 años lo venimos pidiendo año tras año pero no se hace. Se consensuó -entre comillas- uno, pero no participó ningún músico. Nos enteramos cuando estaba ya promulgado por la ciudad, consideramos que no es legal, aunque lo sea. El problema es ese,no está bien hecho. Otra de nuestras luchas es tener una carrera.

-¿En qué consiste esa carrera?

-La carrera de los músicos o de los artistas de Teatro Colón consiste en reconocer nuestro trabajo específico dentro del Teatro, con sus repertorios, con el nivel internacional, al que uno entra mediante un concurso internacional, y, aunque eso fue reconocido por las autoridades, tendría que reflejarse con un reconocimiento económico. También que se reconociera de manera efectiva nuestro aporte de instrumentos, porque si bien hay un aporte de capital es bajo y no se actualiza.

Pablo Saraví ante el adiós. El violinista cree que es hora que alguien más joven aborde su tarea de representante de los músicos ante los directores y ante las autoridades del Colón. Foto: Ariel Grinberg Pablo Saraví ante el adiós. El violinista cree que es hora que alguien más joven aborde su tarea de representante de los músicos ante los directores y ante las autoridades del Colón. Foto: Ariel Grinberg -Y los buenos instrumentos hacen al buen desempeño de la orquesta…

Claro, un instrumento malo va a reflejarse en el escenario. Yo aporto un instrumento que vale más que mi casa. Y no tengo reconocimiento por eso. Los insumos de los instrumentos tienen un costo en dólares. En este momento ni siquiera los conseguimos y el teatro no ha hecho las gestiones para que los tengamos.

-Y no es que el Teatro cuente con poco presupuesto. Pero tal vez no se distribuye bien.

-Es muy posible que no esté bien repartido. Si vamos a algo un poco más concreto, los cuerpos artísticos desde hace por lo menos 45 o 50 años tienen casi, más o menos, los mismos integrantes. En cambio, todos los demás cuerpos técnicos y administrativos -especialmente administrativos- han crecido muchísimo. No tendría nada que decir si todo fuese mucho mejor, pero no es el caso.

El director que no tenía nivel

-Repasemos algunas luces y sombras de su historia. ¿Peor y mejor momento vivido?

-Ha habido más de un director que no ha tenido el nivel suficiente, y no fue filtrado como debería haber sido por la dirección artística del teatro. Nos reunimos con los solistas, generalmente en el intervalo, y vemos si puede mejorar algo antes de hablar con él. Como concertino, me tocó transmitirlo: “Maestro disculpe, tengo que hablar con usted. No tiene el nivel requerido por nuestra orquesta. Lamentamos mucho, cualquier queja vaya a la dirección y hable con ellos”. Ha pasado. Sí. No es habitual, pero sucedió.

-¿En ese caso se hizo el concierto?

-Sí, pero con un director sustituto y hubo problemas.

Siempre cerca del director. La función de Pablo Saraví como concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Aquí con el célebre Daniel Barenboim.Siempre cerca del director. La función de Pablo Saraví como concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Aquí con el célebre Daniel Barenboim.-¿Qué pasó?

-Hubo problemas porque el que fue sacado entregó volantes al público antes del concierto -fue en la Facultad de Derecho- diciendo que hubo discriminación y no lo habían dejado dirigir. Yo vi los volantes y, antes de que entrara al director sustituto, hablé con el público. Y dije: “Estimado público, han recibido un volante denunciando. Bueno, yo les puedo decir que es verdad, hay discriminación, pero en el sentido positivo: nosotros discriminamos el nivel mejor del peor, y nosotros siempre buscamos el mejor porque ustedes como público se lo merecen, la orquesta se lo merece, y la música se lo merece. Por eso hemos decidido hacer un cambio. Esa es la discriminación, o como le quieran llamar, también se le puede decir selección, la única que nosotros siempre vamos a hacer”. Y todo el mundo aplaudió.

-¿Tuvo consecuencias su exposición?

-Sí. En el siguiente concierto yo tocaba como solista el concierto de Samuel Barber. Nunca me voy a olvidar. Hubo una amenaza de bomba que hizo salir a todo el público del Teatro Colón. Por suerte el público volvió y se pudo hacer el concierto.

-¿Es importante para la orquesta tener un director fijo para desarrollar una identidad?

Lo has dicho. El director estable es imprescindible, especialmente en nuestras orquestas, porque el director no solamente hace una programación sino que muestra una identidad, un objetivo artístico único. Luego puede alternarse con otros directores, pero ese objetivo tiene que tener una cabeza y tiene que tener una dirección. Pero ese director no debería perpetuarse para siempre.

En su lugar habitual. Pablo Saraví, en el Teatro Colón, en 2013. En su lugar habitual. Pablo Saraví, en el Teatro Colón, en 2013. -¿Cómo definiría la identidad de la Orquesta Filarmónica?

-Es una orquesta que tiene una capacidad artística muy alta, que no siempre muestra porque depende un poco demasiado a veces del director. Y tiene mucha resiliencia: aún con grandes problemas, podemos sonar muy bien, es una característica muy nuestra. Uno de los grandes problemas que tenemos es la falta de concursos. Las autoridades del teatro aducen que Hacienda no los está permitiendo. No sé cuál es el problema, pero hace cuatro años que tenemos casi un treinta por ciento de los puestos que están vacantes.

-¿En qué afecta el rendimiento de la orquesta?

-Afecta muchísimo. Mi fila de violines, no es mi fila de violines porque va cambiando cada semana con la gente que puede venir contratada. El sonido de la orquesta no se puede lograr. Es lo más triste que viene pasando en los últimos años. Es casi criminal. La orquesta pierde identidad y nivel. Es lo que más me ha dolido en estos últimos años.

Pablo Saraví, al momento de recibir el Premio Konex, en 1999. Pablo Saraví, al momento de recibir el Premio Konex, en 1999.

Una familia atravesada por la música

-Armó su familia prácticamente adentro del teatro. Imagino que sus hijas crecieron yendo a los conciertos a escucharlo ¿Alguna se dedica a la música también?

-Sí, y mi esposa Patricia estuvo muchos años en el Teatro Colón hasta que se retiró en el ballet. Se formó acá, en el Instituto Superior de Arte, y fue parte de la compañía también. Mi hija mayor, Mariana, es violinista. Está tocando el programa conmigo, contratada en la orquesta, y vamos a tocar juntos el sábado. Y tengo otra hija, Alina, que está en otro rubro, se dedicó a Relaciones Internacionales.

-¿Cómo se vive la música en su casa?

-Es común que vayan y vengan instrumentistas, hay ensayos, todo eso es absolutamente cotidiano.

Pablo Saraví con el director y compositor polaco Krzysztof Penderecki.Pablo Saraví con el director y compositor polaco Krzysztof Penderecki.-¿Alguna vez le pasó que no haya tenido ganas de ir al Teatro?

-Sí, más de una vez. Pero no por la cuestión musical, sí cuando hay directores muy intensos o momentos muy complicados laboralmente. Por supuesto, eso en el escenario no se tiene que notar. Me concentro en la música y mi rol dentro de la música. Es un ejercicio y también se aprende que si uno tiene problemas los deja fuera del escenario.

-Si toca un director maltratador, ¿también es su rol señalárselo?

-Sí, ha pasado. Pero lo señalo en el intervalo. Generalmente son razonables y se calman, sino hablo con la dirección. No es un lindo momento. Me pasó con un director, antes de la pandemia, muy malhumorado. En el intervalo le pedí que bajara un poco el tono, y me dijo “debería darse cuenta que esto no funciona y usted debería irse de acá”. Tengo tantos años encima que no me engancho a insultarlo ni discutir, en este caso era lo que buscaba.

Pablo Saraví, en el Theatre des Champs Elyseés, en París durante 1994.Pablo Saraví, en el Theatre des Champs Elyseés, en París durante 1994.-¿Y qué pasó?

Finalmente, se puso tan loco y tan violento que, incluso, gente de la dirección que fue a hablar con él salió despedida como rayo. Y se fue. Creo que quería pelearse con el concertino para poder irse. Pero quería cobrar el contrato.

-Todo músico que haya pasado por el Colón elogia la acústica. ¿Cuál es su experiencia?

-La acústica es parte de los instrumentos, es como un retorno del teatro a lo que uno está haciendo, como un complemento y además es un plus. Cuando uno está tocando con una acústica favorable, la acústica se torna aparte del instrumento, entonces inspira para que haya más color, más más proyección, y varias cosas más que son difíciles de explicar.

-Para cerrar, el concierto más inolvidable.

-Recuerdo un concierto con gran emoción. La Sinfonía Alpina de Strauss dirigida por Franz-Paul Decker, para mí era una cosa fuera de lo común. Decker conocía tan bien esas obras como si las hubiera compuesto él. Además sabía hacer sonar a la orquesta con una emocionalidad enorme y una profesionalidad que muy pocas veces vi.

Pablo Saraví, en una antigua foto en la línea de violines. Pablo Saraví, en una antigua foto en la línea de violines.

Ficha

Orquesta Filarmónica

Director Elias Grandy Violín Maxim Vengerov Obras Concierto para violín en re menor, Op. 47, Jean Sibelius; Obertura Leonora N° 3 Op. 72b, Ludwig van Beethoven; Suite de El pájaro de fuego, Igor Stravinsky Lugar: Teatro Colón Función: Sábado 2 de diciembre, a las 20.

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