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30 octubre, 2024

Cristina teme que la crisis del PJ se la lleve puesta: las cuatro tribus de intendentes que pelean por el poder

Dicen que la inteligencia es entender lo que pasa y decidir en consecuencia. Suena más simple de lo que es. Eso que pasa no es tan fácil de distinguir.

Los políticos invierten millones, que no son de ellos, en supuestos cráneos de los focus group que se jactan de descubrir qué les gusta y rechazan los votantes. También anticiparían las tendencias sociales y, hasta incluso, están los que en el paquete incluyen la construcción de una nueva realidad.

El Javier Milei «panelista» resultó ser un molde perfecto para el entrenamiento televisivo. Histriónico y desparpajado, combinó insultos con teoría económica, en un país económicamente destrozado. Que una ex productora televisiva como Sandra Pettovello terminará manejando el ministerio más grande del Gobierno, quizás responda a ese éxito original.

Javier Milei parece ser el único que logró interpretar los cambios de una sociedad cansada de los fracasos de la política tradicional.Javier Milei parece ser el único que logró interpretar los cambios de una sociedad cansada de los fracasos de la política tradicional.El prime time se peleaba por Milei. No precisamente para hablar de economía o despotricar contra los políticos. También lo usaron para cantar, bailar y disfrazarse de superhéroe. «Voy a ser presidente para rajar a todos esos hijos de puta de la casta. Lo voy a empobrecer y meterlos en cana», gritaba. Todos se le reían y lo festejaban pero casi nadie lo tomaba en serio.

De alguna manera, el libertario logró interpretar y hablarle a esa incipiente metamorfosis social. No se sabe bien si sabía lo que hacía o quizás sea verdad eso de que fue bendecido por «las fuerzas del cielo». Salvando las distancias, que son remotas, quizás con el también patilludo y distópico Carlos Menem pasó algo parecido.

«Milei es una construcción de la descomposición. No solamente nos ganó a todos sino que nos generó una crisis tan profunda como desesperante. En mayor o menor medida, es la primera vez que el peronismo, el kirchnerismo, el PRO, la Coalición Cívica, los radicales y hasta la izquierda está sin saber bien qué hacer«, le dijo a Clarín un ex candidato de una fórmula presidencial que en su momento muchos creyeron ganadora.

La transformación del electorado es lo que asusta. Milei parece ser el único que comprendería a quienes les habla. Una dicha que no estarían teniendo ni Cristina Kirchner ni Mauricio Macri. Los fuertes cuestionamientos a sus liderazgos responderían a esa desorientación.

Macri hizo lo que Cristina podría hacer y que ambos siempre se resistieron a hacer: que el Papa vuelva a ser obispo. El Presidente y, sobre todo, su ministra Patricia Bullrich obligaron al ingeniero a volver a oler el fango. Tuvo que retomar el control de su partido buscando un gesto de autoridad que es lo mismo que decir aplacar los amotinamientos internos. Como en el bridge, Macri habría cobrado varias bazas al retomar la presidencia del PRO.

¿Cristina intentará emular a Macri en el peronismo? ¿Podrá lograr el mismo resultado?

La ex presidenta viene parejito: hace años que parece pifiarle en sus alquimias electorales. Un periodista con certificado de origen en la comidilla kirchnerista, lo resume de esta manera: «Cristina fue por afuera como candidata (Unidad Ciudadana) y perdió en Buenos Aires. Después juntó a todos y los hizo alinearse detrás de Alberto Fernández, al que luego desgastó irresponsablemente. Terminó apoyando a otro a desgano (Sergio Massa). En seis años se gastó toda la caja de herramientas».

Las alquimias electorales de Cristina Kirchner arrancaron con la candidatura de Daniel Scioli, le siguio Alberto Fernández y terminó con Sergio Massa. Todas parecen haber fracasado, incluso con la víctoria del ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, en 2019.Las alquimias electorales de Cristina Kirchner arrancaron con la candidatura de Daniel Scioli, le siguio Alberto Fernández y terminó con Sergio Massa. Todas parecen haber fracasado, incluso con la víctoria del ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, en 2019.A la cadena de desaciertos de la ex presidenta habría que sumar la elección de Daniel Scioli, despreciado y ninguneado por el kirchnerismo incluso más que Alberto Fernández. «La venganza es un plato que se saborea frío», señalan los que rodean al ex motonauta que no sólo pidió el Nobel de Economía para su nuevo jefe si no que hasta lo comparó con Dibu Martínez.

«Con Cristina hay que dejar de comportarnos como perritos falderos y recordarle que de las últimas seis elecciones, perdimos cinco. Y no te estoy contando el desastre electoral al que nos encaminamos en 2025″, le indicó a este diario un jefe municipal del GBA Sur que supo ser un soldado de la ex presidenta.

Otro intendente muy peronista descubre el último gran error de pronóstico que le hizo Cristina. «A fines de febrero, a muchos de nosotros nos dijo que Milei se caía en junio. Quizás sea la última vez que nos convenza de algo», dice. Vaya uno a saber sí será cierto.

En el Instituto Patria piensan que hace tiempo Cristina entregó el interior del país. Al igual que su hijo Máximo, no disimulan la indiferencia que les genera volver a alinear a los gobernadores. A varios, como a los peronistas Osvaldo Jaldo y Ricardo Jalil, los trata de «cagones y cagadores». Se contenta con haber conseguido retener a los 33 peronistas del Senado, aunque muchos dudan de que esa unidad continúe dirigida por su batuta.

Máximo Kirchner supo comandar a varios jefes comunales de la mano de su sociedad con Martín Insaurralde. Máximo Kirchner supo comandar a varios jefes comunales de la mano de su sociedad con Martín Insaurralde. Néstor Kirchner y su afición de apropiarse de las cosas ajenas: se quedó y sofisticó el ambicioso proyecto de Eduardo Duhalde para convertir al Conurbano en la columna vertebral de cualquier elección nacional. Sobre todo la Tercera y Primera Sección electoral. Son casi 9 millones de habitantes.

El último e incómodo desafío que debe afrontar Cristina es la rebeldía de los caciques comunales, atomizados de una manera poca veces vista. «En el fondo, teme esa pelea, en la que está Máximo, se la lleve puesta», describen en el Patria.

Un puñado de intendentes peronistas del GBA no para de mandar mensajes pidiendo una reconfiguración del peronismo bonaerense. Apuntan a La Cámpora pero también a la madre de su joven viejo líder. Chicanean e invaden otras comunas para ametrallar con dardos. Dejaron de temer y convencieron al gobernador Axel Kicillof que también abandone el miedo.

La fragmentación de los jefes peronistas del GBA es difícil de ordenar sin cometer injusticias. Se podría identificar a tres grupos que saben lo que quieren y para quién juegan: El primero es el de La Cámpora con Mayra Mendoza (Quilmes), Julián Alvarez (Lanús) y Damián Selci (Hurlingham) y con el satélite alineado del sabbatellista Lucas Ghi de Morón.

Máximo Kirchner, con las mujeres más poderosas de La Cámpora, Mayra Mendoza, jefa de Quilmes y Luana Volnovich, comprometida por investigaciones tras su paso por el PAMI.Máximo Kirchner, con las mujeres más poderosas de La Cámpora, Mayra Mendoza, jefa de Quilmes y Luana Volnovich, comprometida por investigaciones tras su paso por el PAMI.El grupo más novedoso y que, al parecer, más daño hizo en las expectativas de Cristina y Máximo, es el que lideran dos antiguos soldados de las estrategias kirchneristas: Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada). La insurgencia de ambos intendentes está impulsada por el rencor. «El olor del pis de Máximo todavía se siente», señalan en sus círculos íntimos. El jefe de La Cámpora los castigó feo en el armado de las listas de las últimas elecciones.

Ese grupo díscolo se fortalece con un jugador que se animó a hacer lo que Daniel Scioli nunca hizo, mostrar señales de rebelión. Axel Kicillof se mostró y se muestra decidido a no volver a ser pisoteado por el líder de La Cámpora. La estrategia no le habría salido nada mal.

El último acto en San Vicente por el 50° aniversario de la muerte de Juan Perón fue leído como una antes y después en la relación de Kicillof con Cristina y Máximo. Por primera vez, el gobernador pareció dominar el escenario. La lectura que hacen los jefes municipales es que Kicillof terminó por doblarle el brazo a Cristina y que habría salido ganador de la fuerte disputa que tuvo con Máximo.

«Lo que vimos en San Vicente fue que Máximo se sentó en primera fila sin chistar y que Kicillof se sintió dueño del acto. Incluso, en un momento hizo referencia al jefe de La Cámpora pero ni siquiera lo nombró», describe uno de los intendentes que también tenía su lugar adelante de todo.

Lo que todos remarcan es que Cristina medió para mantener la paz. Esa intromisión en la pelea de sus dos hijos, el natural y el putativo, habría sido en favor de Kicillof. Incluso remarcan que la ex presidenta le habría bajado un acto que el jefe de La Cámpora tenía planeado para ese mismo aniversario.

«Se están peleando por una lapicera con cada vez menos tinta y que hoy representa sólo el 30% de los votos. La disputa real no sólo es por la conducción si no por al manera en que se conduce. Cristina no se va negar a que en las listas provinciales de 2025 encabece alguien de Kicillof. Esa pelea es boba. Te puede dar uno o dos lugares arriba y después llenar el resto con gente propia», reflexiona un jefe del conurbano norte.

Lo que ven los intendentes, y no es de ahora, es que Cristina está mucho más preocupada por su legado que por armar algo consistente para el futuro colectivo del peronismo. Es un tema conceptual y peligroso.

El tercer grupo en discordia es el que lidera le jefe comunal de Esteban Echeverría, Fernando Grey. Su displicencia viene hace años. Fue el primero que, casi en soledad, se le plantó a Máximo Kirchner cuando este los expulsó como jefe del Peronismo bonarense. En esa carpa que busca directamente cuestionar la conducción del peronismo, se anotó el ex intendente y funcionario de Alberto Fernández, Juanchi Zabaleta. Un puñado de intendentes del Norte y Oeste se sienten atraídos por ese proyecto pero prefieren adherir desde el anonimato.

El intendente de esteban Echeverría, Fernando Grey, y el exjefe comunal de Hurlingham, Juan Zabaleta, junto a dirigentes de  representantes de las empresas de Junín e integrantes de CAPYNOBA.El intendente de esteban Echeverría, Fernando Grey, y el exjefe comunal de Hurlingham, Juan Zabaleta, junto a dirigentes de representantes de las empresas de Junín e integrantes de CAPYNOBA.El sector más fuerte de jefes peronistas del Conurbano sigue con la brújula rota. Son los que en su momento estaban alineados por Martín Insaurralde, y por ende, con Máximo Kirchner. Ahí hay varios pesos pesados, como Gustavo Menéndez de Merlo, Mariano Cascallares de Almirante Brown, Leo Nardini de Malvinas Argentinas, Federico Otermín de Lomas de Zamora, Pablo Descalzo de Ituzaingó, Federico Achaval de Pilar y Gastón Granados de Ezeiza.

Fernando Espinoza, Martín Insaurralde, Ferraresi y Mariano Cascallares, pesos pesados que hoy manejan diferentes estrategias en el GBA Fernando Espinoza, Martín Insaurralde, Ferraresi y Mariano Cascallares, pesos pesados que hoy manejan diferentes estrategias en el GBA «Hay que pasar el invierno. Le agregaría la primavera y el verano también. Pero siempre sin perder la calma», coinciden.

Este conjunto de intendentes nunca va romper con Cristina por una simple razón: la ex presidenta continúa siendo la política que más votos arrastra en los sectores más postergados de sus municipios, que son los más populosos. »

Sí sienten reparos de volver a acobijarse bajo el paraguas de Máximo. Insaurralde, de alguna manera, repartió entre ellos parte de una tajada del poder que el jefe de La Cámpora acumuló en la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Alberto. Tampoco se les cae un elogio a la gestión de Kicillof. Y menos a su manera de tratarlos.

Como lobos solitarios, están Fernando Espinoza (mueve cielo y tierra, y bien que hace, para evitar ser enjuiciado por abuso sexual), Mario Ishii y Mariel Fernández. Entre La Matanza, José C. Paz y Moreno suman casi 3,5 millones de habitantes.

En el poder del Conurbano coinciden que algo importante está sucediendo, aunque no saben bien de qué se trata y cuán profundo es. Reconocen cierto desconcierto. Admiten que el principal desafío es descifrar cómo penetrar entre los más jóvenes. Lo que aparentan tener en claro es que si no se amoldan podrían perderlo todo.

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