«El toreo es una cosa muy difícil y yo no tenía ni idea, aún no sé cómo pude manejarme, pero ahora soy el único califa que existe en el mundo porque ya no hay califas más que yo». «Yo viví en una época en la que había mucha hambre y había que buscarse el pan». «Es increíble que una persona como yo que no tenía nada llegara a ser torero, a algunos Dios les toca con una varita, a mi Dios aún me tiene en brazos». Palabras del quinto califa del toreo.
Manuel Benítez El Cordobés fue este jueves el protagonista indiscutible de un acto celebrado en la Diputación en el que, rodeado de autoridades y amigos, el torero rememoró su infancia y el camino que le llevó hasta la gloria, justo el periodo de su vida que relata el periodista Alfredo Asensi en el libro que ayer se presentaba.
En la mesa, junto a El Cordobés, se sentaron el presidente de la diputación y paisano suyo, Salvador Fuentes; el presidente de la fundación Manuel Benítez, Javier Martín; el presidente de la Tribuna de Defensa de la Tauromaquia, Juan Machi, y el autor de la obra editada por la Diputación provincial, Alfredo Asensi, elaborada a partir de una radionovela emitida por Radio Córdoba hace nueve años.
Al acto no le faltó un perejil. Presentado por la intérprete de copla Aurora Barona, en sustitución de la hija de Asensi, ausente por motivos de trabajo, dio comienzo con un pasodoble grabado y acabó con una canción a capela de Barona dedicada al torero.
Una lanza en favor de los toros
El portavoz de los defensores de la tauromaquia dedicó unas palabras al torero, pero sobre todo, aprovechó la ocasión para romper una lanza en favor de los toros, criticando la actuación reciente del ministro de Cultura, «un conato de agresión del Gobierno al dedicar su escaso tiempo a anular un premio ignorando las aportaciones a la cultura de este arte». En cualquier caso, sentenció, «cuantas más agresiones recibe el toreo, más aficionados emergen para defenderlo». En la misma línea, Salvador Fuentes se deshizo en elogios por El Cordobés destacando «la amenaza que el pensamiento único supone para la tauromaquia, la más noble de las artes para la interpretación de las grandes verdades». Dicho esto, insistió en el arrojo prodigioso del matador, «que siempre se arrimó» y cuya mayor virtud fue la determinación. «Quiero y podré», eso es lo que define a Manuel.
Javier Martín agradeció efusivamente el compromiso de la Diputación con los valores de la fundación del torero que, según recordó Benítez, nació para ayudar a los jóvenes que aspiran a ser toreros «porque en estos tiempos, ¿quién les va a echar una vaca para que aprendan?», se preguntó.
Antes de terminar, recordó que sigue sano como una pera y que, tal y como anunció en Caballerizas en febrero, no renuncia a volver a los ruedos en octubre en un festival junto a sus hijos Manuel Díaz, Julio Benítez y Finito de Córdoba, entre otros toreros. Eso fue lo único que le faltó al acto, que sacara la muleta y se pusiera a torear. El público lo acogió con aplausos y si no llega a haber vino de Montilla al terminar, quién sabe si no hubiera salido a hombros de la Diputación.