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30 octubre, 2024

Lo que no se ve en TikTok de los argentinos en Australia: mucho trabajo, poca noche y vida en la playa

En el paraíso se habla argentino. Bryon Bay, en el sudeste australiano, es uno de esos lugares que tiene todo para ser feliz. Y junto a Manly Beach, en Sydney, o Port Douglas en el norte de Queensland, el acento argentino resuena en todas partes. Naturaleza exuberante, bosques autóctonos habitados por koalas que no se ven pero están, como indican los insistentes carteles que piden conducir con precaución. Clima tropical, faro vigía y una amplia variedad de impresionantes playas completan el escenario. En el centro bullicioso, los negocios tienen precios elevados y abundan los jóvenes en trajes de baño, descalzos, muchos con tablas de surf.

“¡Argentina!”, exclaman dos personas con una amplia sonrisa al cruzarse en la calle y reconocer el acento. “Esto es Argentina 2″, dice Ana, que trabaja en Cotton On, una tienda de ropa en las calles principales. Porteña, lleva dos años en Australia y no tiene planes de regresar por el momento. Lo mismo sucede con Marco, María José, Segundo, Martín, Jesica, de Morón, quien lleva cuatro años allí, o Florencia, de Tres Arroyos, que llegó hace poco tiempo. Todos ellos solicitaron la visa working & holiday, disponible para personas de hasta 30 años, que permite permanecer legalmente en el país y trabajar (o no) en diversos sectores. Pero si Byron Bay es un verdadero paraíso argentino, hay otros lugares así en Australia, un país que según el último censo cuenta con 21 mil argentinos en 2022, aunque se estima que la cifra real es mucho mayor.

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La precisión de las estadísticas resulta complicada, según admiten desde el consulado, debido a que muchos argentinos optan por solicitar la visa “working” con pasaporte europeo, en su mayoría italiano, que ofrece ciertas ventajas adicionales. A pesar de esto, y considerando los límites establecidos por país, Argentina se encuentra entre los cinco principales en solicitudes y concesiones de visas, mostrando un marcado aumento postpandemia.

Entre junio de 2022 y 2023, Argentina ocupó el cuarto lugar en cantidad de solicitudes presentadas, con un incremento de casi el 70%, que se eleva al 110% entre los solicitantes por primera vez. Asimismo, se posiciona en tercer lugar en cuanto a visas otorgadas en el mismo período, con un aumento del 80%. Es importante destacar que durante la pandemia hubo una disminución significativa para todos los países que más solicitudes de estadía reciben: Indonesia, China, Estados Unidos, Vietnam, Chile y Argentina.

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Será por la distancia, por las catorce horas de diferencia o porque este país británico de Oceanía se mantiene lejos del foco. Lo cierto es que esta migración joven recibe menos atención mediática que aquella algo más madura, con hijos, que eligió España —muchos, Valencia— en el último tiempo. Los jóvenes (muchas chicas solas o con amigas) que llegaron a Australia con la visa working holiday muestran su alegría en videos de TikTok que se convirtieron en una suerte de meme. Algunos de ellos se sienten un tanto cansados de esa imagen que, a su pesar, contribuyeron a crear. “Esa no es la realidad”, comenta Marco Ciaponi, que trabaja sirviendo tragos en el bar de un elegante resort en Byron. “Es frustrante porque esos videos transmiten cosas que no son tan simples: sí, la experiencia es positiva y el país es hermoso, pero también implica trabajar, adaptarse y comprender cómo organizarse en una cultura muy diferente”.

Florencia coincide. Llegó en mayo con muchas expectativas. Tiene 26 años, se recibió de abogada en La Plata y, antes de profundizar en su carrera, sintió que era el momento de viajar. “Creo que idealizamos mucho —dice—. Se romantiza mucho la idea de irse del país y hay mucha información errónea, como las típicas notas que dicen: ‘en dos días de trabajo te comprás un iPhone’. Bueno, no es así. El costo de vida es elevado. Y la idea de que todo es rápido y fácil al llegar no es cierta”. Hace media hora que terminó su turno de trabajo en el hotel. Es mediodía en Byron Bay y el calor aprieta. Pasará la tarde en la playa, surfeando. “El otro día, entre delfines —cuenta—. Decíamos: mirá, dónde estamos viviendo, y esta mañana fui a servir mesas”.

Lejos de la imagen que pueden proyectar las redes sociales, estos jóvenes argentinos no son precisamente recolectores de kiwis desesperados por salir de su país, sino chicos de clase media, formados, con las ganas y la posibilidad de conocer otras realidades, que decidieron experimentar. Hablar con ellos en playas llenas de mates y tablas, revela un grupo contento con su decisión y, sin idealizaciones, con voluntad de quedarse.

Florencia Aristegui (Instagram)

Florencia Aristegui (Instagram)

¿Por qué se fueron, y por qué eligieron Australia? ¿Qué ventajas y desventajas encontraron en esta nueva vida? ¿Cómo los reciben los australianos? ¿Se adaptan? ¿Qué costumbres de esta cultura tan distinta les resultan más difíciles? ¿Se sienten a veces discriminados? ¿Qué impacto tiene la enorme distancia de sus seres queridos?

En los discursos comunes se establece que el costo de vida es alto, pero hay trabajo y se gana bien. Con la visa working holiday, con la que llegó la mayoría, pueden elegir entre varios sectores laborales, e incluso optar por no trabajar. Aquellos que trabajan ganan entre 30 y 40 dólares por hora; lo que les permite ganar alrededor de 5 mil al mes. Con eso les alcanza para pagar el alquiler, mantenerse y ahorrar.

“Me sobra”, dice Martín, que es ingeniero agrónomo y estuvo trabajando en el campo, mientras sirve mesas en el Balcony, un restaurante clásico del centro de Byron, para aumentar sus ingresos durante la temporada de verano. Su plan es revalidar su título; ya inició el trámite para convertir la working holiday en visa de estudiante, lo que le permitirá estudiar y extender su residencia legal.

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María es una rubia sonriente y pecosa. Un descuido con el protector solar le dejó la piel pelada en los hombros y el rostro. Cuando termina su jornada laboral en un restaurante de Suffolk, un barrio de Byron con un aire de pueblo, se dirige a alguna de las muchas playas. Llegó con una visa de estudiante para formarse como chef y muestra orgullosa los currys que prepara ella misma. Mientras tanto, afuera, un grupo de jóvenes mantiene una animada conversación con acento argentino. María lleva más de dos años en Australia y no tiene intenciones de mudarse. “Mirá lo que es esto”, dice como única respuesta. También menciona que en Australia, un país que no se destaca por su gastronomía propia, hay demanda de chefs. Otros rubros se van sumando en las conversaciones, por ejemplo mecánicos, que escasean. Cuentan que si tu auto tiene una falla, podés pasar meses en lista de espera para ser atendido.

Jesica no tenía idea de que existía la working holiday hasta que llegó a España, donde vivió dos años. Allí muchos habían viajado con esa visa. Lleva cuatro años en Australia porque “es hermoso. La estabilidad que tiene no está en España. Si trabajás, ganás como para pagar el alquiler y en un mes si querés te comprás un iPhone, una MacBook. O, en dos o tres meses, un auto. Eso en Argentina es impensado. Y da para ahorrar”, dice.

Su historia, como muchas otras, combina distintos permisos de estadía y residencia. Llegó con la working holiday, trabajó en una granja, luego aplicó para la segunda working cuando llegó el covid. Hizo una student pero como no podía salir del país con la pandemia, y estaba de novia con un chico australiano, aplicó a la visa partner, con la que está ahora. Con esa visa, la pareja australiana funciona como sponsor del extranjero, teniendo que demostrar que se trata de una pareja real: no es necesario casarse. Ahora está en camino hacia la residencia permanente que le permitiría finalmente aplicar a la ciudadanía.

Jessica Mendik. (Foto: Instagram)

Jessica Mendik. (Foto: Instagram)

“Se extraña un poco, obvio, pero se vive bien, esto es un paraíso. Un paraíso de vida simple: vivimos en la naturaleza. Eso garpa mucho. Por eso estamos acá: los sudamericanos sabemos lo que es bueno, no somos boludos”, se ríe Nacho, oriundo de Paysandú, Uruguay. “Y se nota que la gente está contenta, se transmite en la calle eso y está muy bueno. Igual, algo que aprendí en la pandemia es que no es el lugar lo que te va a hacer feliz, sino cómo vos te lo tomés. Entendí que no era Australia lo que me hacía feliz sino cómo yo estaba tomándome la vida acá. Podés tomarte la vida working holiday en cualquier lado: es un modo de vida. Y podés quedarte y trabajar en la oficina, como hacía yo. No es el lugar, sino cómo te lo tomes”.

Y depende mucho de la experiencia que tengas. Acota Majo, chilena de cabello oscuro y ascendencia mapuche que lleva ya unos años recorriendo el país. “Para mí Australia es lindo, es hermoso y a la vez es durísimo, porque tenés que estar tomando decisiones constantemente, partir de cero, en cada movimiento. Hay mucha incertidumbre, miedo de ir a lo desconocido. Ante cada cambio hay que buscar trabajo, casa, comunidad, eso implica mucha energía. Tenés que estar muy enfocada, hay emoción, sí, pero también hay que estar en acción constante”.

“Es que llevamos una vida súper nómade”, suma Florencia. “Según la temporada, tres meses en un lugar, cuatro en otro, y cada vez que llegás a un lugar nuevo implica amigos nuevos, buscar casa, buscar trabajo y empezar de cero. Laburar mucho es una opción, pero todo lo demás hay que conseguirlo. La plata está, pero tenés que laburarla. Eso es algo muy de los latinos, también: a veces tengo que decirme a mi misma pará, no necesitás agarrar todas las horas, trabajar todos los días”.

Majo, Nacho, Jesica, Florencia. Argentinos, y una chilena, viviendo la experiencia australiana, entre trabajo, playa y naturaleza.

Majo, Nacho, Jesica, Florencia. Argentinos, y una chilena, viviendo la experiencia australiana, entre trabajo, playa y naturaleza.

Comunidad. La razón por la que un lugar como Byron Bay está tan lleno de argentinos. O al revés. “Buscamos la comunidad”, dice Jessica de manera insuperable “Encontramos en nuestros compañeros esa familia que dejamos y nos apoyamos mutuamente. El estar viviendo en un pueblo que es bastante latino, con una comunidad grande, hace que todo sea más fácil. Se habla español en todas partes”.

Segundo Hunter, de 26 años, oriundo de San Isidro e hincha de Boca, llegó a Australia en 2019 por primera vez siguiendo el sueño de ir al Mundial de fútbol. Volvió a finales de 2022. “Trabajé seis meses, a veces catorce horas por día, porque se paga por hora, y así me pagué el mundial”. Llegó con mil dólares en el bolsillo y sin teléfono, ya que se lo habían robado el día anterior al viaje, en el Quilmes Rock. “Trabajé muchas horas, pero la playa es gratis —dice—. Ahora hago un turno en este hotel, practico inglés. Me gustaría volver en algún momento, pero cada vez es más difícil irse, y somos muchos: vivo en un país de habla inglesa pero sólo hablo inglés en el trabajo. Estuve una temporada en el Sheraton de Port Douglas: de 200 empleados, 120 éramos argentinos. Ir a trabajar era un planazo”.

Se puso de novio con una argentina y están, como muchos, extendiendo sus visas. Valora la multiculturalidad del país que lo acoge, y está contento con su cambio de vida: “Se aprovecha más el día. Ahora tomo café con leche vegetal, como más sano. Me levanto temprano y a las 7 estamos cenando. En Buenos Aires salía todos los días y me levantaba con resaca. Acá voy a la playa al amanecer, me rodea la naturaleza, y la idea de volver se va posponiendo”.

Segundo Hunter, 26 años, es de San Isidro y llegó a Australia persiguiendo el sueño del mundial de fútbol.

Segundo Hunter, 26 años, es de San Isidro y llegó a Australia persiguiendo el sueño del mundial de fútbol.

Marco Ciaponi, de 24 años y proveniente de Pilar, también experimentó cambios en sus costumbres al mudarse a Australia. Dejó de usar Instagram porque no soportaba ver a sus amigos disfrutando de fiestas, asados y partidos de fútbol a los que él no podía asistir. Dejó de consumir alcohol y tabaco, y ahora se acuesta temprano. Practica surf y maneja un auto con el volante a la derecha. Llegó un poco desorientado como turista, motivado por la comunidad de Argentinos en Australia en Facebook, y trabajó informalmente en la construcción. “Perdí dinero trabajando informalmente, pero el país me fascinó”, dice. “A pesar de los errores iniciales, fue una experiencia de independencia total que no se vive en Argentina. Hay oportunidades laborales, aunque en verano disminuyen; actualmente pago 250 dólares de alquiler y me sobra dinero. Puedo ahorrar, aunque el tema del alojamiento es costoso y complicado. Todos los días disfruto de playas con agua transparente y surfeo con delfines”.

Aunque sus padres residen en Valencia, mudarse cerca de ellos es una posibilidad futura; sin embargo, por ahora prefiere permanecer en Australia. Forma parte del grupo de WhatsApp La Latin, en Byron Bay, donde se comparten ofertas laborales y datos útiles, aunque también se advierte sobre posibles estafas. “¿Discriminación? A veces, si vas a surfear a lugares que son frecuentados por locales, no les agrada. Los locales son muy dedicados al surf. Sin embargo, también hay latinos que tienen dificultades para adaptarse; organizan fiestas y no cuidan el entorno. Aquí, si arrojas basura en la calle, te lo hacen notar”.

“Yo siento que sí existe discriminación”, dice Florencia. “Al principio vivimos en un camping y nos pidieron que nos fuéramos por ‘disturbios’. Los disturbios eran simplemente juntarnos a cenar. Creo que los latinos tendemos a compartir momentos alrededor de la comida. Sin embargo, a los locales no les agrada esto; son una sociedad muy tranquila que cena temprano. Pero bueno, sucede en todas partes”.

Marco, feliz de estar en Australia. (Foto: Instagram).

Marco, feliz de estar en Australia. (Foto: Instagram).

“Yo discrepo con Florencia”, comenta Jessica. “Tuve experiencias muy positivas y he notado que existen espacios más abiertos a la diversidad cultural donde se pueden producir tensiones debido a las diferentes culturas. Durante un viaje en bicicleta de tres meses, la gente me ofrecía alojamiento sin esperar nada a cambio; me invitaron a cenar e incluso me regalaron la comida, y eran australianos. Mi acento extranjero al hablar inglés es evidente para ellos. Tuve muchas experiencias como estas. Creo que es importante adaptarse ya que somos visitantes. Ahora que tengo un horario más acorde al estilo de vida australiano, cuando escucho a latinos causando disturbios alzaría la voz y les recordaría que están en una cultura totalmente diferente; incluso si no es fin de semana, deben respetar las normas locales o podrían llamar a la policía”.

—Te integraste a la cultura australiana.

—Me adapté. Me levanto a las 6 de la mañana y sigo su horario porque soy la que está fuera de su entorno habitual. Traer las costumbres y tradiciones de mi país puede resultar chocante.

—¿Qué piensan cuando ven noticias sobre Argentina?

—¿Noticias? No seguimos… ¿hay noticias? —risas—. Es algo que dejamos de hacer por nuestra salud mental, dice Jessica. Cuando visito Argentina y veo a mi hermana viendo las noticias, siento que es abrumador consumir constantemente esa realidad tan intensa.

—Nos dimos cuenta de que no existe una única verdad -comenta Nacho- Y ahora decidimos buscar nuestra propia verdad.

—Y conocer otras realidades -agrega Jesica-. Estar en otro país, ver otra gente, y cómo otros países son gobernados. Al final, es lo que decía Nacho: no hay lugares mágicos, donde todo se resuelve, sino que se trata de cómo cada uno decide vivir.

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